Allí en el faro

El faro que emite luces tempranas ahí está, donde el amor se paga caro
parece que se va a romper, caen pedrejones en lo alto de su estructura
un orgasmo se deja escuchar por entre la timidez del viento
hay un árbol color naranjo, que es el color del amor obnubilado
hay dos personas que se besan sin tocarse los átomos, debajo del faro
se besan mirándose por entre los párpados, se palpan los colgajos
se odian a ratos, se embarazan una y otra vez, se abortan y se recuerdan
el faro no titubea, se mantiene perenne alumbrando el celaje
el árbol va de a poco cambiando su color, botando sus hojas
las almas se venden como pan amasado, la pareja lucra con romance
como si cada abrazo fuese un truque de artesanos
como si cada chupetón fuese una horrenda simonía
luego de cada beso hay un recreo, un descanso del otro, un suspiro
el amor trasciende a nuevos canales, se hace digital, se manifiesta a sí mismo
pulgares hacia arriba, tuits zalameros, una foto con mal encuadre
otro orgasmo, justo ahí donde caen pedrejones, ahhhh, uhhhh, gritos y maúllos
flaquea la luz por un segundo, un segundo de oscuridad, vuelve la luz
más fuerte que antes vuelve e ilumina las cabezas de los dos,
otro beso otro sexo
el faro espera a nadie, la luz se apaga de nuevo, la pareja se quiebra
se buscan sin éxito entre la oscuridad, no se encuentran, se gritan, se pelean
pulgares hacia abajo, ya no hay tuits, eliminar fotos
está seguro? sí, eliminar y ya no hay más
el faro emite una luz final que es otra luz temprana
llega una nueva pareja se besan y hacen el amor
allá mismo en el árbol de color naranjo
allí donde el amor se paga caro
allí donde el amor va a morir.

Viaje

Desde sus propios asientos el bus avanza distinto

en cada kilómetro pareciera que retrocede el tiempo
en cada peaje pierdo, no sé, unos cuántos años
cada persona que sube de una u otra forma ya la he conocido.

Este viaje no es como cualquier otro
esta vez dejo el presente por unos días
para ser poeta o intento de
para que las revoluciones de la máquina queden en la máquina
para que cada secreción de experiencia
me rejuvenezca.

Concepción, 6 de abril
Falta para llegar, el viaje apenas empieza
las tres Marías aún no titilan desde el pasado
la distancia se nota en cada hoyo de la carretera
la noche me deja aquí en la genuflexión máxima
me transpiran los cuerpos me duele la guata
la mierda se me sale por cada poro
falta tanto por llegar y ya no aguanto
tanto falta que ya puedo ver mi ciudad
con ojos cerrados
ahí tan quieta con sus luces violentadas
luces que algún día, pero no hoy, yo seré.

Tengo hambre y falta recorrido

pretenderé que existen galletas y agua
con mis manos gesticularé el arte de comer
simularé que la cena baja por mi esófago y
que es devorada por los ácidos míos.

Concepción soy yo
o no
quizás aún no, pero lo voy a ser
voy a ser su nombre y su escudo
voy a ser su verde y su gris
voy a ser su nube cargada de agua
lloveré sobre mí mismo en cada eyaculación
me provocaré con cada edificio pequeño
con cada vereda húmeda
me escucharé en cada música callejera
de cada pub me emborracharé.

Voy a ser Concepción y por eso me siento allá
pero estoy tan lejos de mí que me apena
y si quisiera llorar ahora, si solo pudiera
lo haría con las aguas del bíobío.

Falta tanto kilómetro por andar
el bus a la vuelta de la rueda
pareciera que va retrocediendo
voy a mi ciudad después de tantos días
aún no cae la noche pero se siente el mar
se cuela entre mi nariz como queriendo avisarme
voy llegando a mí mismo voy llegando, me dice
y es verdad
voy llegando quizás
o quizás nunca llegue.

Violín

Rodolfo Cantoral

Paseo Ahumada. Tarde-noche. Violinista caja en suelo, cuello arqueado setenta y cinco grados. Suena brillante, diabólico Paganini. Frote sensual del crin, docilidad, olor a pecantilla. Cantabile in D-maggiore. Caja abierta, propina nula. Debí tocar Vivaldi. Señores pasando, no hay respuesta, solo bolsas. Debí tocar Bach. Gente inculta, populacha, sin gusto. Violinista aumenta volumen. Arco chilla lioso. Violín llora. Si no es amado, que los deje sordos.

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Lunes 8:30 AM

Baquedano / 8:30 AM / La entrada al metro emana un calor infernal / Hola / Un saludo que es un ruido de pájaros da la bienvenida a la jornada / Un abrazo incómodo / El taco con forma de semicírculo se mueve apenas unos metros y vuelve a estacionarse / Un paso de cebra repleto / Dos mujeres bailando la danza rehusada / Una esquiva a la otra quebrando su cadera hacia su derecha / La otra esquiva a la primera moviendo su muslo libre a la izquierda / El calor sigue en aumento / Arriba un cielo azul / ¿Cómo estás? / Bien, ¿tú? / Ambos bajan por la escalera del metro / Se pierden en un día que es el mismo de siempre / Otro saludo a pasos de la plaza / Un hombre con terno evita golpear ancianas con su maletín / Más tarde querrá hacerlo / Se desabrocha el primer botón de su camisa antes de llegar a su trabajo / Un estudiante bosteza por años / Una colegiala sube por la escalera / Con su mano detiene el vaivén de su falda / Hola / Un tercer saludo / Un banco que aún no abre ya tiene fila / Empieza un lunes con rostro vacío / Apenas un par de sonrisas / Hola / Un cuarto saludo ahogado en el ruido / Una estrella fugaz pasa sin que nadie lo note / Que tengas buen día / Buen día / Que te vaya bien / Que nos vaya bien.

Ongolmo 139 (Selección final – Concepción en 100 palabras III)

Quizás es porque ahora cuesta más arrendar un lugar: hay más competencia o valen mucho más. Quizás todo lo que rodea a la universidad está ocupado. Quizás los poemas actuales sirvan solamente como entretención en los pubs y el Trilce no sea más que un nostálgico recuerdo penquista. Ongolmo ya no es el mismo de antes pero, por sobre todas las cosas, la gente ha cambiado. Los láricos están muriendo. ¡Cómo debe estar Omar, en su tiendita vacía! Pero bueno, como diría él: «No será este papel el que encienda sus voces».

Pero una vez…

Pero una vez fue niño, antes del tiempo, cuando el sol era un algo temprano. Sí,
una vez lo fue, una vez solamente, cuando podía caminar sobre el charco sin mojarse
antes de todo, ahí donde se criaron las ilusiones de príncipe
donde también murieron las ilusiones de príncipe, años más tarde, donde también murieron otros
el ingeniero, el doctor y el abogado y no quedó sino una prosa moribunda.
Sí, ahí fue niño, ahí conoció el amor obnubilado, ahí fue poeta de las cosas simples, ahí
donde fue llorón de lágrimas plastificadas, donde tuvo su primera erección
por razones tan extrañas que nunca las contó, donde escribió su primer poema y lo olvidó
a cinco minutos de haberlo terminado, porque frente a su casa había un vestido azul
que nunca más volvería a ver, pero una vez fue niño, y ese recuerdo en nada queda, hoy ya no es niño,
hoy hunde sus pies en el charco, hoy es acaso un recuerdo de un poema
un poema maldito, un poema que alguna vez fue vibrante, un poema que jamás fue leído.

Tic Tac

Frío el plato de lentejas en la esquina de una mesa redonda
la niña puchero de brazos cruzados apenas jugando en su mente pronta
asqueando esa comida reseca del mediodía que no sabe ni huele a nada
(la glotis se le cierra a una nueva experiencia y al entusiasmo).
Dicen que hay una vida lejana que se necesita buscar, la ha escuchado,
si oyó mal no es su culpa, ella es niña de vestido azul
sin embargo merece esa vida, y algún día la encontrará en un matorral
o se le perderá entre palabras peyorativas, miradas feas y buitres negros.

Cerca existe un niño azul jugando en una calle de granos de arena
con un balón desinflado y los cordones deshechos por la fricción
– qué es eso – dirá en un par de segundos, mirando una luz que no existe
y se guardará una vida ajena por años en sus bolsillos mal cosidos.
No sabrá hasta los mediados de su ajetreada y drogada adolescencia
lo que esa luz en su bolsillo significa, no, porque no la ha visto aún
tampoco ha visto esa luz irse a negro, en un silencio que limita con la muerte
Falta tiempo. Falta vida. Esto recién empieza. El tic tac se hace escuchar.

El lento paso a la vejez.

El año que pasa melodramático a través de su aliento, navegando, aleteando, lo insólito se hace fuerte, senectud, cada vez más, más, la fuerza sobrehumana que lo acerca a su tumba de flores azules, el amor en sus poros, el pus intermitente, ¿dónde están esos tiempos de paz? La respuesta no es más que un himno solemne, una religión forzada, un oído acostumbrado, la vida le sucede siempre un par de segundos por delante, pavimenta el camino de grietas y sonrisas, más allá el mar y el altazor en los cielos, en el viento algo etéreo, un susurro condimentado, vida o más bien una condición, el año plus, una oportunidad para lobotomizar el pensamiento o radicalizarlo, una reencarnación existe en la última década, una cagada cósmica, muchas copas de vino y droga, el vuelo incesante, el fin, mejores días, últimos años, el fin justifica los medios.

Detrás viene una juventud inmortalizada, una musa divina, un amor platónico, la sombra de lo que alguna vez fue sexualidad enajenada, un cuadro que se despedaza a sí mismo, una pena que limita con la rebozada sonrisa, un mismo año, la arruga rebelde que apenas comienza a aparecer, el recuerdo de un amor esparcido en un terreno baldío, dolor de huesos y una lágrima que no quiere salir de la glándula, de su boca sale un jamás y un siempre, un beso al aire, una dedicada fotografía en el velador, una sangre lejana y olvidada que crece sola como maleza, allá lejos, muy lejos de ella, el tiempo pasa cutiano y sus dedos temblorosos intentan sujetar el segundero, no queda fuerza, no, no hay que mirar atrás.

Poema de amor perdido y encontrado.

Es la canción dedicada, vibrante, el tempo meloso, el sexo sinfónico
lo que él intenta de formas fallidas callar, el canto ahogado
el muerto adentro, podrido en la selva cálida, la vista obnubilada
la rima asesina, el amor y el desamor enamorados, el Lihn corpóreo,
la fuerza con la que se masturba ubicado en la esquina de un cuarto
llorando callado sin el más mínimo sonido que perturbe a las nubes
cantando en silencio la prosa horrible, el odio desmesurado, la muerte
que él evita encontrar, amando sin amar, la orquesta de cristal
desvanecida en la invisibilidad de su amor insaciable por la persona
por la fuente de deseo y excitación autopoiética, indestructible, inagotable
la persona que ya no está, que se perdió en el tiempo aletargado, aparece
extrañándola como si fuera una fatamorgana o un linfoma cronometrado
tirante, tirante, tirando, mordiendo, mordiendo, gimiendo, muriendo
el odio de a poco va corrompiendo el sistema, se apodera de todo, de él mismo
del día y la noche que es una mezcla homogénea, del horizonte infinito, se apodera
sí, lo toma todo y lo consume, la perspectiva transmuta en un algo transgénico
él remueve una lágrima que con el tiempo se ha fosilizado, se levanta en dos pies,
se limpia la mierda, se muerde los labios, se suena los huesos de los dedos
mira a su alrededor y odia con el corazón latiendo, odia con el estómago vacío, odia
con la garganta séptica y la visión mutilada, odia con el amor intacto
canta como nunca antes había cantado, la canción dedicada, el silencio mortecino, la mueca fútil
la luz del sol entra por la ventana y alumbra sus ojos, lo encandila por segundos
detrás está ella en la forma de una guitarra, se desafina y se le oxidan las cuerdas
la madera se pudre y el mástil se dobla, suena un vals, suena una cueca, suena un bolero
él canta con voz de pecho y la guitarra se rompe y el odio se va, pero no el amor de museo
inmortalizado en una pintura y en un poema, en un recuerdo nostálgico, en una eyaculación rápida
ese amor no, ese amor se queda pero no es de él, de nadie es, es solo amor
no tiene dueño, no tiene emisor ni remitente, es solo amor, crudo, lascivo como ninguno
ni la muerte lo corromperá pues vuela libre en el viento, de nube en nube, de techo en techo
de primavera en primavera, de lluvia en lluvia, de cóndor en cóndor, de hombre a hombre, de vagina a vagina, de lengua a lengua, de alma a alma, de siempre a nunca.

El recreo de las nueve y media